Testimonio de vida, fe y amor: Hermana Yuvitza Ortiz, Iglesia Florida

Soy una mujer agradecida con Dios por todo lo que Él me ha dado y me ha permitido vivir. Toda mi vida he ido a la iglesia, mis padres son cristianos y desde siempre nos inculcaron el evangelio a mí y mis hermanos. Mi padre es obrero y mi madre dueña de casa.

A medida que fui creciendo fui comprendiendo y experimentando a Dios en las diferentes etapas de mi vida: como niña, adolescente. Fue en esta etapa en la que me encontraba con muchas confusiones, veía a mis amigos NO cristianos que lo pasaban tan bien, que siempre tenían panoramas divertidos para los fines de semana, que al compararlas conmigo eran mucho más atractivas que solo ir a la iglesia. A los 15 años participé de un campamento de Evangelización en Florida, esa experiencia cambió mi vida y mi relación con Dios, fue ahí, luego de una predicación en la que me desafiaba a través del Espíritu Santo, a recibirlo en mi corazón, que acepté a Jesús como mi único Salvador. Luego de eso fueron días, semanas, meses, en los que parecía que mi cuerpo estaba suspendido en el aire. Ya no me parecía fome ni aburrido ir a la iglesia, al contrario, se convirtió en mi lugar favorito.

Cuando el tiempo y los años fueron pasando, fui involucrándome más en el servicio de la iglesia, siendo honrada en diferentes cargos, sentía que Dios estaba cumpliendo su propósito en mí y para lo que había sido llamada. Años más tardes comencé una relación sentimental con un joven de la iglesia. Ambos trabajamos en el servicio de la iglesia. Cuando los hombres y las mujeres se disponen en las manos de Dios, Él se encarga de guiarnos, de mostrar alternativas y salidas correctas, frente a las situaciones y/o tentaciones que como jóvenes enfrentamos; pero cuando nos creemos autosuficientes y sacamos a Dios como el centro de nuestras vidas, el diablo se encarga de hacer su trabajo y nosotros abrimos puertas para que eso ocurra. Eso me sucedió a mí, cedí y como consecuencia quedé embarazada. No fue fácil, por todo lo que conllevaba ser mamá soltera, el juicio de muchos por ser cristiana, el dolor causado a Dios, a mi familia, a mis pastores, a los jóvenes que era con los que durante ese tiempo trabajaba en la iglesia. En fin…muchos a quienes pedirles perdón. Estaba consciente que lo único que podía esperar era un juicio público, malas caras, comentarios dolorosos, saludos negados, pero créanme que recibí todo lo contrario. Cuando se dice que entre los hermanos somos eso, hermanos, familia, es así, yo lo experimente y aún lo vivo, ellos sufrieron… sí, pero me amaban y me ayudaron en mi restauración, en ellos vi reflejado el amor de Dios para mi vida.


Cuando se dice que entre los hermanos somos eso, hermanos, familia, es así, yo lo experimente y aún lo vivo, ellos sufrieron… sí, pero me amaban y me ayudaron en mi restauración, en ellos vi reflejado el amor de Dios para mi vida.

Al cabo de nueve meses nació Benjamín, un niño hermoso, tranquilo y esperado por muchas personas que ya lo amaban. En los siguientes meses, Benjamín se mostraba como un niño asustadizo, con uno que otro llanto, pero bien. A los seis meses en un control de rutina, la enfermera lo notó un tanto retraído, lo que no era normal. Luego de eso vinieron visitas médicas, pediatras, neuróloga y exámenes: diagnóstico Síndrome de West, una epilepsia catastrófica sin cura. Fue difícil enfrentar todo lo que se nos venía, muchos exámenes más, controles frecuentes, medicamentos que nunca había escuchado y rehabilitación. Ahí conocimos la Teletón y comenzamos este camino lleno de esperanza, pero por sobre todo de confianza, creíamos que Dios tenía el control de todo y El haría lo mejor para la vida de Benjamín, los pronósticos no eran para nada alentadores, pero es ahí donde aparece este Dios grande, que a pesar de lo mucho que le fallemos, sigue ahí, de frente y pelea por nosotros aún las batallas más duras y difíciles, porque en nuestra debilidad su poder se perfecciona.


“…los pronósticos no eran para nada alentadores, pero es ahí donde aparece este Dios grande, que a pesar de lo mucho que le fallemos, sigue ahí, de frente y pelea por nosotros aún las batallas más duras y difíciles, porque en nuestra debilidad su poder se perfecciona.”

En nuestra iglesia y sé,  que en muchas más, Benjamín ha estado presente en sus oraciones, durante los siguientes años ha estado grave en algunas ocasiones, pero también hemos sido testigos de cómo Dios lo ha restaurado.

Hoy Benjamín tiene 8 años y disfruta de  las misericordias de Dios, muchas de las cosas que dijeron  los médicos que no haría, hoy, para la gloria de Dios las hace. Es un niño feliz, que disfruta del amor Dios, de los hermanos, de sus compañeros en el colegio…es un niño especial, es un hijo de Dios.

En 2014 recuerdo que estaba trabajando a full en mi iglesia, ese año teníamos programado el Evento de Jóvenes del sector y estábamos con muchas ganas trabajando para ello, sentía que Dios estaba conmigo, pero como el diablo solo vino para matar y destruir, me tocó experimentar el dolor de mi ruptura sentimental con el padre de mi hijo.

Fueron meses complicados, pero en los que Dios me habló aún más claro. Recuerdo un día en el que estaba muy mal, y vino a mi mente el pasaje de la Biblia cuando Jeremías ve al alfarero moldeando la vasija de barro, y la Biblia dice que la vasija se echó a perder, pero lo que me llamó la atención, es que dice que se echó a perder, PERO EN SU MANO, luego lo volvió a hacer. Entendí que las veces que sean necesarias, Dios me volverá a pulir y me hará pasar por quebrantamientos, pero siempre estaré en su mano y El me restaurará  para ser un vaso de honra y de servicio.


“Entendí que las veces que sean necesarias, Dios me volverá a pulir y me hará pasar por quebrantamientos, pero siempre estaré en su mano y El me restaurará  para ser un vaso de honra y de servicio.”

Luego de eso asumí el desafío de trabajar y apoyar a mi pastor en la organización de la Conferencia 2016, y Dios me ha pagado con creces todo el servicio prestado.

Durante estos años, la fidelidad de Dios ha sido evidente, Él me ha bendecido, pude terminar de estudiar, durante este año Dios me permitió viajar a Estados Unidos con un grupo de jóvenes a la Iglesia Next Level, sigo trabajando en mi iglesia, intentado servir y obedecer a lo que Dios me mande. Benjamín sigue creciendo y sé que Dios hará lo mejor para su vida. A mí solo me resta seguir luchando, avanzando cada día, seguir confiando en Dios porque sus promesas se cumplen en el tiempo que Él tiene predestinado para cada uno. No nos adelantemos para disfrutar de manera plena sus bondades, en Dios sí hay finales felices para nuestra historia y el premio final, será vivir una eternidad con Él.


Testimonio de: Yuvitza Ortiz Orellana / IMPCH Florida, Sector 15

Sección a cargo de: Corresponsal Ester Valdebenito

Compartir: