Este simbólico día se recuerda por los importantes sucesos que ocurrieron en Santiago. Para entender el contexto debemos señalar los tres cultos que tuvieron lugar en la capital: El servicio de la mañana en la Segunda Iglesia Metodista Episcopal; el servicio de la tarde en la población Montiel; y el servicio de la noche en la Primera Iglesia Metodista Episcopal.
Una de las protagonistas de estos eventos fue la hermana Elena Laidlaw, una recién convertida que se congregaba en la Iglesia del pastor Willis Hoover en Valparaíso. Elena viajó a Santiago el día anterior (sábado 11) con el objetivo de visitar a su única hermana que se encontraba enferma, y quería aprovechar esta oportunidad para entregar un mensaje a las congregaciones de Santiago, que había recibido por medio de una revelación.
DEL CULTO MATUTINO
El día 12 de septiembre fue un día domingo. Por lo tanto, la congregación de la Segunda Iglesia Metodista Episcopal se preparaba para asistir a la Escuela Dominical en la calle Nataniel esquina de Colchagua. En la ocasión, el culto transcurría como era normal, es decir, se habían empezado las clases por separado. Una vez terminadas las clases y reunida la congregación con el fin de dar los avisos de costumbre y recoger la colecta, la hermana Elena pidió permiso al pastor W.T. Robinson para hablar a la congregación.
El pastor Robinson, habiendo tenido conocimiento que ella era de Valparaíso, no le concedió el permiso, entonando un himno, a fin de ahogar las súplicas de esta hermana y algunos integrantes de la congregación, que habían estado en Valparaíso y la apoyaban.
Habiendo sido objeto de tan abierta negativa, algunos de los hermanos se dirigieron al pastor Robinson para interrogarle cuál era el motivo que lo había inducido a proceder con esta resolución, recibiendo como respuesta la orden para que abandonaran inmediatamente el templo.
En vista de esto, los hermanos de la Segunda Metodista Episcopal se retiraron a sus hogares a preparar el almuerzo, y para asistir a la reunión de costumbre, a las 15:30 hrs., en la Población Montiel.
DEL CULTO DE LA TARDE EN LA POBLACIÓN MONTIEL
El culto de la tarde se realizó en la Población Montiel, calle Carnot (actual Llano Subercaseaux), con la congregación perteneciente a la Segunda Iglesia Metodista Episcopal de Santiago.
El servicio estaba a cargo de una visita, el pastor Karl Hansen, invitado por el pastor W. T. Robinson. Y, al igual que en la Escuela Dominical, los hermanos quisieron escuchar a la hermana Elena pero el permiso le fue negado.
La versión publicada en la revista Chile Evangélico N° 11 señala que el pastor Robinson cuando vio a la hermana Elena, mientras la congregación cantaba todavía, le dijo en inglés: “Si habla usted alguna cosa, la mando a la cárcel”. La hermana Elena sintió una voz de mando que le dijo a su corazón: “Habla y no calles”. Aún así, no le fue permitido hablar.
Fue en ese momento que el grupo mayoritario salió al sitio que queda detrás del templo, y una vez allí, la hermana Elena entregó su mensaje.
Cuando el pastor Hansen daba comienzo a su sermón, los hermanos volvieron y se pusieron en oración, acto que irritó al pastor Robinson.
El pastor Robinson, viéndose acosado, comenzó a cantar y trató de poner orden. En eso, uno de los hermanos de apellido Carrasco, quiso darle un abrazo, tropezando ambos, con el infortunio que la cabeza del pastor fue a dar sobre el canto de la puerta y que en ese instante se encontraba entreabierta, causándole con este golpe una herida en el cuero cabelludo.
Se indica en los relatos de la época que cuando el pastor se percató de la herida, su irritación tomó mayores proporciones. Ante esta situación, la mayoría se retiró a celebrar una reunión a la casa del hermano Carlos del Campo, que distaba a sólo cinco metros de la iglesia. Allí, el hermano Víctor Pavez los exhortó a la paciencia y al amor de Dios. Terminado lo que fue el sermón, se retiraron a sus casas, para asistir en la noche a la Iglesia de calle Portales, a la cual asistía la hermana Elena.
DEL CULTO DE LA NOCHE EN LA PRIMERA IGLESIA METODISTA EPISCOPAL
A las 19:30 horas, se dio inicio al culto en el sector de Portales., cantando un himno congregacional (N°41). Una vez hecha la oración, se dio lectura a la Palabra de Dios, a cargo del pastor Ezra Baumann, encontrándose presentes los hermanos W.F. Rice y Karl Hansen.
Cuando ya se iba a cantar el último himno, llega la hermana Elena, púsose de pie y pidió permiso para hablar. El pastor Rice, que quería evitar escándalos, tomó medidas precautorias y trajo a la policía por si la hermana Elena intentaba “perturbar” el orden.
Hubo una protesta general, pero que no sirvió para calmar el ánimo del pastor Rice. Finalmente la fuerza pública llevó detenida a la hermana Elena a la 7ª Comisaría.
Una vez en la calle, y viendo desfilar el pelotón de policías llevando consigo a la hermana Elena, los hermanos la acompañaron hasta la Comisaría; y así, formando un grupo a la retaguardia, se pusieron en marcha, cantando el himno “El fuego y la nieve”. Si bien fueron obligados a retirarse del cuartel, se quedaron en los alrededores, hasta ver la llegada del cuerpo eclesiástico, compuesto por los cuatro reverendos, Rice, Robinson, Hansen y Baumann, los cuales no usaron de la verdad para hacer su acusación y, en consecuencia, quedó la hermana Elena con citación al juzgado del crimen.
La Revista metodista El Cristiano, destacó “la calma desplegada por Mr. Rice, y al mismo tiempo la energía con que procedió, por respeto al buen nombre que debe distinguir a los cristianos”. El artículo agrega que “los adeptos de la profetisa olvidaron que para adorar a Dios, no es necesario demostraciones ridículas, sino, en todo caso, promover la paz y unión entre los hijos de Dios y jamás dividir el rebaño”.
En tanto, la Revista El Cristiano terminaba el artículo señalando: “Una vez visto el último resultado, resolvimos ponernos en camino a nuestros hogares, no sin antes ver salir a nuestros pastores, los cuales fueron tan bien atendidos por el señor oficial de guardia, que los hizo acompañar a sus casas por dos miembros del cuerpo de policía con la respectiva orden de que “al primero que se atreva a dirigirle la palabra a estos señores, se le rajará la cabeza a palos, y se le llevará al cuartel”.
Han transcurridos 112 años de tan simbólica jornada dominical, y por eso damos gracias al Espíritu Santo por este poder, maravilloso Poder!!
Hno. Pablo Villouta Cabrera – Director Archivo Pentecostal
Fuente: Revista Chile Evangélico N°11, órgano presbiteriano, del 19 de noviembre de 1909.
Revista El Cristiano N°38, órgano metodista, del 20 de septiembre de 1909.
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