En los tiempos antiguos era muy difícil que las personas pudieran tener un reflejo de sí mismas. Solo podían tener una leve percepción de su propia imagen en los cristalinos pozos o riachuelos calmados. La invención del primer espejo cambió todo.
Luego se añadieron las cámaras fotográficas que junto a la tecnología nos dan una visual detallada de momento específicos de nuestra vida, nuestra imagen y lo que somos. Tanto que nos empeñamos en vernos físicamente excelentes, a diario creamos un concepto en nuestra mente de lo que queremos ver reflejado en el espejo…. Pero olvidamos algo muy importante Lo que refleja nuestro interior.
¿Realmente estamos mostrándonos sinceros a los demás?
Nuestro espíritu va a reflejar en nuestro cuerpo cuan saludables estamos, lo primordial es estar en comunión integra con Dios, pero también con los demás, ¿has pensado en cómo te ve la gente?, Cuan agradable eres para los demás? como te definen las personas que te conocen? Que reflejas con tu personalidad? (1 Corintios 11:28). Nos enseña que para tomar la cena del Señor dignamente debemos estar a cuentas con él y con quienes nos rodean, en integridad, pureza, relación.
Basta de pensar en que seremos humillados por reconocer nuestras faltas, más bien pensemos que al hacer esto somos promotores de la unidad en Cristo y beneficiamos nuestra relación con El Padre.
Parémonos frente al espejo y sintámonos dichosos de ser quien Dios quiere que seamos, quitemos todo disfraz y mostremos la imagen de Jesús al pensar, hablar y actuar.
Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo. (2° Corintios 10:7)
Fuente: bibliatodo.com