Dios habla a las mentes y los corazones mediante varios mecanismos (a través de su palabra, por otras personas, sueños, pensamientos, visiones…) en fin, existen muchas formas en las que el Señor da a conocer su voluntad para sus hijos.
Muchas personas cometen el error de creer que si lo que piensan es algo bueno es porque es Dios hablando; y hasta cierto punto es así, porque lo que Dios habla siempre será bueno.
Sin embargo, muchas veces esos pensamientos, aunque son buenos no provienen de Dios sino del corazón.
En ocasiones las personas inventan la voz de Dios para llevar a cabo algún propósito y es por ello por lo que se debe tener cuidado con la frase «Dios me dijo» o «Dios me habló».
¿Cómo saber si es tu voz o la de Dios?
No contradice las escrituras: Dios no miente, por lo cual todo pensamiento que provenga de Él debe estar fundamentado en su palabra. Por muy buenos deseos que se puedan tener, si estos contradicen la palabra o no tienen fundamento bíblico, entonces no viene del Señor, sino que es un deseo del corazón.
Nunca se equivoca: Lo que Dios habla a una persona debe cumplirse. Por tal motivo la forma más eficaz de descubrir si ha sido Dios quien ha hablado es mediante el cumplimiento de aquello que se ha dicho.
Debe ser confirmado: Todo lo que Dios le ha dicho a una persona, siempre debe ser confirmado por un tercero, alguien más a quien Dios va a usar para convalidar lo que ha dicho.
Se centra en Él: Toda voz que proviene de Dios debe incluirle a Él. Por cual, si algo le roba la gloria, entonces no vino de Él. No le va a decir nada que le saque del propósito que tiene preparado.
Un ejemplo bíblico es el caso Samuel, quien, habiendo oído la voz del Señor, no supo distinguir quien era el que le hablaba (1 Samuel 3:7).
Puede haber ocasiones en que lo que Dios ha dicho está alineado con lo que el creyente desea. Sin embargo, todo debe ser puesto en oración y sobre todo filtrado por medio de su palabra.
Lo más importante es tener el corazón dispuesto para obedecer a lo Dios está hablando. Por eso la Biblia dice: «Si hoy escuchan la voz de Dios, no sean tercos, como aquellos israelitas que no quisieron obedecerlo», Hebreos 3:15.