¿Corazón de carne o de piedra?

«Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne», Ezequiel 11:19.

En este pasaje Dios se refiere a nuestro corazón intangible, en el cual se asientan nuestras actitudes y emociones. Se refiere a la mente, los pensamientos, sentimientos y al intelecto en general y establece diferencia entre dos estados de nuestro corazón: el de piedra y el de carne.

Un corazón de piedra es terco, soberbio y orgulloso. Se encuentra endurecido a causa de los malos momentos, las traiciones, engaños y etapas dolorosas que le ha tocado afrontar; es obstinado y anda en sus propios caminos. Por otro lado, el corazón de carne es moldeable, tierno, sumiso y obediente, este responde correctamente al deseo de Dios.

«Todos somos propensos al dolor o a ser lastimados, pero también todos somos capaces de superarlo si nos esforzamos».

El corazón funciona como un depósito en el cual se guardan todo tipo de sentimientos. Sin embargo, cuando estos sentimientos son en su mayoría malos o tristes el corazón tiende a endurecerse. Las malas experiencias que hemos afrontado a lo largo de nuestra vida nos hacen actuar de muchas maneras, en ocasiones haciéndonos parecer indiferentes a la adversidad, pero Dios que lo sabe todo y que escudriña el corazón sabe perfectamente lo que estamos sintiendo. Él conoce el dolor y las heridas que las circunstancias han causado en nosotros.

«Cuando una persona se encuentra con el corazón endurecido, es porque no ha dado lugar al perdón. No ha depurado su depósito y ha dejado que los malos sentimientos entren y se queden atesorados en ese lugar».

Evidentemente todos vamos a sufrir y todos alguna vez nos vamos a sentir enojados, lo malo es permitir que ese enojo permanezca incrustado en nuestro corazón. Tal vez por el miedo a ser lastimados otra vez, hemos preferido guardar ese resentimiento y mostrarnos ante la sociedad como unas personas fuertes a las que los problemas no pueden vencer, pero por dentro hay un gran vacío y una necesidad de soltar aquello que nos mantiene endurecidos.

«Mudando el corazón»

«y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne» Dios no nos promete que mejorará nuestra naturaleza o que pondrá un remiendo en nuestros quebrantados corazones ¡NO! Él promete darnos nuevos corazones. Él no habla de una transformación, sino que habla de un cambio total, un corazón duro por un corazón blando.

Nuestra naturaleza es demasiado depravada para ser remendada. No se trata de una casa que necesita de unas cuantas reparaciones por alguna teja caída del techo por aquí o por allá o por un pedazo caído del cielo raso ¡No! La casa está podrida por completo. Toda la casa se encuentra en mal estado y está a punto de desplomarse. Dios no intenta repararla, no la adorna ni la embellece, sino que decide que la vieja casa debe ser arrasada y que construirá una nueva. El corazón endurecido se encuentra «podrido» y no hay nada que Dios pueda hacer para salvarlo, la única opción es cambiarlo por otro.

«Entonces obedecerán mis mandamientos y vivirán como les he ordenado que vivan. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios», Ezequiel 11:20.

Estimado hermano si te encuentras con el corazón endurecido es tiempo de ir a los pies del Señor. No vivas más con el corazón destrozado. Arrepiéntete y Entrégale ese corazón al Señor, Él va a darte un corazón de carne. Recuerda que Dios no restaura los corazones… Él los hace nuevos

Fuente: bibliatodo.com

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