Mi testimonio comienza con mi conversión y decisión de seguir a Cristo. Hace 64 años estando trabajando en una faena forestal, conocí a un hermano de la comuna de los Ángeles; él me hablaba siempre de Dios, de la importancia de seguirlo y servirle, del Evangelio de Cristo. A mí no me gustaba mucho el tema, pero él insistía. Al cabo de un tiempo, me trasladé a otro lugar de trabajo donde también llegó este hermano, podríamos hablar de coincidencia, pero hoy sé y tengo la certeza que todo era parte del plan de Dios para mi vida.
Yo era un hombre bastante duro para las cosas de Dios, me costó abrir mi corazón, pero este hermano me insistió tanto que accedí a acompañarlo a una Iglesia que estaba cerca del lugar donde trabajábamos. Cuando entramos a la Iglesia, que se encontraba en un sector de campo, en un aserradero y cantaron el primer himno, algo en mi se quebró, no podía parar de llorar; sin lugar a dudas Dios algo provocó en mi esa noche. Comenzó a surgir en mí un anhelo constante de ir a la Iglesia, en ese tiempo los Servicios eran de 3 a 4 horas y todos los días y yo estaba ansioso de que llegara la hora para ir nuevamente. En una de esas reuniones, el Señor me selló con su Espíritu Santo, hasta el día de hoy. He permanecido 64 años en esta misma misión Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, en donde he servido a Dios con mucha gratitud también con luchas y pruebas, pero sin perder la fe en aquel que me llamó y me escogió.
En estos años en el Evangelio Dios también me permitió formar una hermosa familia, mi esposa Tegualda Muñoz Fuentealba con quien vivimos 56 años de matrimonio y con quien tuve 7 hijos.
En una ocasión, estando nuestros hijos pequeños, mi esposa sufrió un trastorno en su mente, estaba totalmente perdida. Durante esos días en la Iglesia se programó una gira el sector del Itata; oré al Señor la noche antes de salir y le dije que haría un sacrificio, ayunar, con el fin de que mi esposa fuera sanada y experimentara el milagro de Dios en su vida. En esa misma noche Dios se reveló en sueño y me mostraba una mano que se posaba en la mollera de ella; eso me dio confianza y tranquilidad, porque Dios algo iba a hacer; me levanté y oré al Señor. Al otro día salimos temprano a las 06:00 am., cuando llegamos a la Iglesia entregué mi ayuno. Regresamos alrededor de las 23:30 horas a la casa. Al llegar, encuentro a mi esposa SANA PARA LA GLORIA DE DIOS, me cuenta que como a las 12:00 se había levantado de la cama, tenía ánimos de cocinar, de ver a nuestros hijos, que Dios algo había hecho en ella, SOLO LA MANO DE DIOS, ESA QUE CREEMOS EN FE, FUE LA QUE RESTAURÓ A MI ESPOSA.
Hace unos años atrás un sábado en la madrugada ella no se sentía muy bien y la llevamos a urgencias, de ahí la trasladaron al hospital para operarla de urgencias. Al finalizar la operación, los médicos dijeron que estaba todo bien, no fuimos aliviados a nuestra casa. Al llegar al otro día a verla, nos encontramos con la sorpresa que se había agravado, que la habían trasladado a la UCI y que estaba muy grave. La conectaron a máquinas para mantenerla respirando, los médicos no le daban esperanza de vida y nos dijo que nos preparáramos. Nuestros hijos arreglaron todo el tema del cementerio y la funeraria; y llamamos a nuestro Pastor Rodrigo Gallardo Paredes de la Iglesia de Hualqui para que viniera a ungirla, sabíamos que estaba viva solo porque las máquinas la mantenían en esa condición, ella estaba con sus ojos cerrados en todo momento. Nuestro Pastor oró con ella.
Uno de nuestros hijos me dijo que se iría a despedir ya que debía volver al trabajo. Al salir, nos dio la noticia que su madre, mi esposa estaba con sus ojos abiertos, entré y le tomé la manito, no me la quería soltar, nos abrazamos con mi Pastor, lloramos los dos de ver la obra grande de mi Dios, y de ese momento Dios comenzó a levantarla. Dios le regaló 4 años y 2 meses más de vida para que me acompañara y sirviéramos al Señor.
Cómo no servirle a mi Dios con gratitud, fui ciclista por muchos años, corrí en bicicleta por muchas partes, con la guitarra y mi mochila al hombro, Salíamos día sábado por la tarde y llegábamos el día domingo por la noche, salíamos para los campos a predicar. Dios me ha dado vida para servirle, me dio una esposa que hasta el último momento mostro su amor y demostró su Fe en Dios y que hoy descansa en sus brazos. Como no servir a este Dios que ablandó este corazón duro, y entró tan profundo en él, que aunque ya llevo 64 años caminando en este Evangelio Santo, Dios se ha encargado de renovar mis fuerzas y las ganas de seguir en esta carrera, para un día también gozar junto a mi esposa de esas moradas eternas que él ya preparó para mí.
Testimonio de hermano Arturo Obreque Obreque IMPCH Hualqui
Corresponsales: Yuvitza Ortiz Orellana, Ester Valdebenito Rodríguez