La música toma un papel importante e indispensable en cada uno de nuestros cultos, donde muchos hermanos dedican sus talentos y/o conocimientos musicales, ya sea de canto o instrumentos, para que así toda la congregación pueda sumergirse en adoración a Dios. ¿Eso es ser un vil corista o es un ministerio musical inserto en nosotros? Ser un músico dentro de la casa de Dios es mucho más importante y delicado de lo que usted imagina.
Bíblicamente, el rey David fue uno de los principales precursores de que hubieran músicos especialmente para exaltar el nombre de Cristo. Según el libro de 1º de Crónicas, la tribu de Leví tuvo un gran protagonismo en lo musical, donde David mandó a cada jefe de familia a formar parte de una especie de orquesta y coro, como lo dice en 1º Crónicas 15:16 “asimismo dijo David a los principales de los levitas, que designasen de sus hermanos a cantores con instrumentos de música, con salterios y arpas y címbalos, que resonasen y alzasen la voz con alegría.”
Dentro de estas responsabilidades cada uno se especializaba en diferentes instrumentos o áreas, destacándose entre ellos Quenenías quien era el más entendido en la música y estaba encargado del canto (1º Crónicas 15:22). Prácticamente los levitas fueron los pioneros en obtener este gran ministerio musical y que fue de gran necesidad en la invocación a Dios. Para ellos no era cantar o tocar un instrumento y nada más, era mucho más que eso, era algo primordial en sus vidas, dedicar sus talentos solamente a Dios.
Dentro de aquellos pasajes bíblicos podemos observar que cada uno era una pieza importante para la adoración a Dios y que además su consagración era algo esencial para que fuera con excelencia para el Rey de reyes. Sin duda, los levitas son la base para los músicos cristianos, su dedicación, tanto musical como espiritual, nos inspiran a no perder esa fusión que debe haber en cada adorador. Si lo vemos en la actualidad, un hermano corista es un siervo o ministro de Dios en la alabanza y por ende, para que su canto llegue a su presencia con un perfume agradable debe haber en él una purificación espiritual. No se debe tomar a la ligera, cantar alabanzas es ser portador de bendición y restauración a muchas almas, ya sea, en la iglesia como en otros lugares. Sigamos con este legado tan hermoso que nos dejó la tribu de Leví, adorar a Dios con excelencia en todo ámbito, Dios se merece lo mejor de nosotros y si tú tienes ese ministerio musical en tu corazón, con mayor razón debes rendirte ante el Maestro y estar siempre ¡Al son de Dios!
Comunicaciones IMPCH