El 5 de octubre de 1915 nace Alberto Pardo Valdés en Santa Ana de Queri, en el seno de una familia muy humilde, siendo el mayor de sus hermanos a la edad de 7 años tuvo que empezar a trabajar y muchas veces ayudar en la crianza de los menores de su familia. En su juventud se dedicó a muchos oficios, podemos nombrar por ejemplo el oficio de carretero, su carreta con bueyes fue de gran utilidad por bastante tiempo para sustentar a su familia, siempre le gustó el campo, labrar la tierra, y criar ganado. A temprana edad queda viudo de quien fuera la señora Modesta Henríquez, quedando solo junto a su hijo Cesar, nacido en el matrimonio, tiempo después conoce a quien fue su mujer de toda la vida, Ester Araya Álvarez, con quien tuvo 4 hijos; Blanca Flor, Luis Miguel, Alejandro Antonio y Cecilia Ester, de mayor a menor respectivamente.
En inicios de la década del 40, a la edad de 25 años es cuando Dios se presenta a su vida en una visión, que él mismo describió diciendo que había una cruz en los cielos con un resplandor muy grande, y detrás de esa cruz aparece un niño que le dice “hermano” y le repite en varias oportunidades esa palabra, pero no fue hasta que miró a los ojos al niño, quien tenía una mirada tan penetrante que no pudo resistir, era la mirada de Jesús que lo estaba llamando, pasó días en que sólo lloraba, no había en el otra expresión más que llorar. Y fue así como se hizo integrante de la naciente Iglesia de Santa Ana de Queri. Dios lo usó como profeta en su tierra, pasando por todos los puestos imaginables en una iglesia, hasta llegar al año 1962, cuando al fallecer el Pastor Pedro Vásquez, fundador de la iglesia en Santa Ana de Queri, Dios lo llama a ser el pastor de la iglesia, y a trabajar duramente en aquellos tiempos difíciles de la vida, siendo incansable en la labor de evangelizar, a pie o en bicicleta recorrían decenas y hasta centenas de kilómetros para llegar a los templos anexos de aquel tiempo, recorría en bicicleta lo que hoy son 3 comunas (San Javier, Yerbas Buenas y Colbún) llevando el mensaje de Cristo, junto a muchos hermanos de aquel tiempo se iban el día viernes predicando a los templos anexos y volvían el domingo en la mañana a la escuela dominical, durmiendo casi siempre en galpones o pesebreras. Fue un hombre que marcó nuestra iglesia por su sencillez de temple, obediencia con sus superiores y entrega hacia sus hermanos. Siempre estuvo pendiente de los más desvalidos, abriendo sus manos para bendecir a los hermanos con sus bienes y con un consejo sabio. Se ganó el cariño de muchos consiervos y hermanos de muchas iglesias, sólo siendo humilde y amoroso, a la hora de abrir su mano al prójimo siempre enseñó a la congregación que lo que hace la mano derecha no tiene porque saber la mano izquierda, haciendo alusión a que las buenas obras que hagamos las ve Dios, y con eso basta. Un hombre que supo reproducir el amor de Dios con sus acciones y palabras.
Por mencionar 2 vivencias que quedan en la memoria, en una ocasión estando en reunión de coro para elegir a quien sería el jefe, nuestro pastor les dijo: “el jefe será tal hermano”, pero muchos no quedaron conformes con eso, y nuestro pastor les dijo échenlo en suerte si quieren, pero el jefe de coro será el hermano que ya les mencioné, entonces se hicieron papeles con nombres y se lanzaron al aire resultando elegido el hermano que ya había dicho nuestro pastor Pardo. A veces cuestionamos y miramos en menos al siervo de Dios, pero es Dios quien dirige la obra, y Él usa a quien quiere. En otra oportunidad, estaba haciendo superintendencia en Constitución, y ungió a algunos hermanos antes de terminar el culto, esto fue día domingo. Alrededor del día martes de la misma semana llega a su casa una hermana preguntando por el Pastor Pardo, él la recibe y ella le dice “mi pastor yo vengo de Constitución a agradecer a Dios, porque a través de usted recibí la vista el domingo pasado, yo era ciega, pero en el ungimiento que usted hizo al final del culto yo recibí la vista”. Cabe mencionar que la gloria siempre se la dio a Dios en cada una de las situaciones que Él le permitía vivir. Siempre será recordado por todo el amor de Dios que había en él, un hombre que nunca hizo acepción de personas, y que nunca esperó ayudas públicas para construir un templo, no porque esto fuera malo o desfavorable, sino que la bendición la quería ganar luchando con sus medios y con sus hermanos, un varón esforzado y sencillo que siempre enseñó en su pueblo a caminar por el camino angosto, y aun en el final de sus días regaló sonrisas y felicidad a quienes lo rodeaban.
El día 28 de junio del año 2007 Dios lo llama a su presencia, justo 3 meses antes que a su amada esposa Ester Araya Álvarez. Aquel día de su partida nuestro Obispo Bernardo Cartes en el responso fúnebre recordó que nuestro Pastor Alberto en algún momento de la vida le había contado que iba a construir una casa, que quedaría mirando a la carretera, le mostró la loma donde la iba a hacer, pasó el tiempo y nuestro Obispo le pregunta, y mi pastor Pardo que tal va su sueño, y mi Pastor Alberto le responde, “sabe mi pastor Cartes, mejor construyo la que voy a tener allá arriba, así cuando Dios me llame voy a tener mi casa propia allá”. Un varón que dejó huella.
Recopilación información: Hermano Luis Pardo González